(Blog dedicado a la Cofradía Penitencial de la Santa Cruz. Huelma. Jaén. España)

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miércoles, 3 de julio de 2013

Texto íntegro de la presentación del cartel.

Reproducimos a continuación el texto íntegro  de la presentación del cartel conmemorativo del XXV aniversario de la fundación de la Cofradía Penitencial de la Santa Cruz a cargo de Dª María José Rodríguez Díaz, Licenciada en Filología Española y miembro de la comisión organizadora de los actos conmemorativos del  aniversario. 



Cartel conmemorativo.

            Piedra y cielo, tinieblas y claridad, muerte y vida, luto y celebración…Señor Cura Párroco, consiliario de la Cofradía Penitencial de la Santa Cruz, Hermano Mayor y Junta Directiva de la misma, Señor Alcalde, Comisión organizadora de los actos del XXV Aniversario de nuestra fundación como cofradía, hermanos cofrades de ésta, distinguidos hermanos mayores de las cofradías de Pasión y Gloria aquí presentes y miembros de sus juntas directivas, cofrades en general, miembros de la Agrupación Musical María Santísima de la Esperanza que tan dignamente nos acompañan,  paisanos y amigos todos, bienvenidos al acto de presentación del cartel con el que nuestra querida cofradía desea anunciar la conmemoración de veinticinco años de historia, de rezo y de camino recorrido hacia Jesús.
María José Rodríguez Díaz durante su intervención.
            Piedra y cielo…Mole pétrea de un sepulcro sellado que no fue hallada en su sitio y que originó el misterio pascual que da sentido a nuestra fe cristiana, clausura de una tumba que se tornó en anuncio de Resurrección…Piedra tallada de nuestro templo, techo de la casa de Dios, pequeño anticipo del Cielo en la Tierra…
            Tinieblas y claridad…Oscuridad de la noche que espera pacientemente el alba, lugar de encuentro para el alma que busca a Dios, escenario de veinticinco vía crucis…Y luz anunciadora de las promesas de Cristo, faro y guía de salvación, luz verdadera que ilumina a todo hombre, llama de amor viva…
            Muerte y Vida…El Hijo de Dios acaba de morir colgado de un infame madero, ha sufrido el escarnio y la vejación, la humillación y el dolor lacerante, y ha entregado su alma al Padre sintiendo el desamparo y abandono que lo hacen clamar.

“Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?”

            Mi Dios ha muerto para salvarme a mí, para darme la gracia de la vida eterna y para redimir mis faltas y posibilitar mi encuentro con el Padre…¡Cuánta vida se desprende de tu cuerpo inerte, Señor mío…cuánto poder…Incluso cuando has exhalado tu último suspiro me reconfortas y consuelas…
            Luto y celebración; dos conceptos opuestos que se dan la mano esta noche y que definen el sentido de esta reunión: duelo y luto por la pérdida de todo un Dios, del Salvador, del Hijo del Hombre, y además por la idiosincrasia de una Cofradía de Pasión cuyo titular pende muerto de la Cruz Santa que le da nombre, y fiesta porque estamos de enhorabuena, puesto que a este joven colectivo de personas que tomaron la valiente iniciativa de crear una nueva cofradía para honrar a Jesús y acercarse más a Él, las cosas le salieron bien gracias a la constancia y al ardor que Cristo prendió en sus corazones, y este es el momento en el que cumplimos nada menos que veinticinco años, que no es poco, veinticinco años  en el que un grupo humano ha tenido tiempo de crecer, de madurar, de generar nuevos vástagos, de evolucionar, con paso firme o titubeante, pero siempre hacia delante, y volviendo la vista atrás para enorgullecerse del camino recorrido siempre a la sombra del Buen Jesús, de nuestro Santísimo Cristo de la Buena Muerte, que da sentido a todo lo que nos rodea y convierte el duelo en Amor, Amor con mayúscula, el que solamente podemos recibir de Dios.
            Piedra y cielo, oscuridad y luz, muerte y vida eterna, duelo y celebración…Sobre estos principios antitéticos se cimenta hoy el acto al que asistimos, y todos ellos están presentes en el motivo principal que nos ocupa, el cartel anunciador de tan importante acontecimiento, veinticinco primaveras de un grupo de cristianos que, en su primera juventud, soñó con una cofradía diferente y con rasgos distintivos peculiares y diferentes a los de las que ya existían en Huelma, una cofradía que vino a enriquecer aún más si cabe nuestra hermosa Semana Santa y que sigue haciéndolo un cuarto de siglo después.
            La realización del cartel fue encargada por los miembros de la Comisión organizadora de los actos del XXV Aniversario al Equipo de profesionales Josea, que se encargaron del diseño y la ejecución del mismo. Don José Antonio Aguilera fue el responsable de tomar la fotografía a nuestro Cristo el día de Sábado Gloria de la Semana Santa 2013, cuando el Señor se hallaba expuesto en la Iglesia de la Inmaculada Concepción tras haber recibido la adoración de los fieles en los oficios de Viernes Santo. Estrenaba en esos días el pie metálico que la cofradía había dispuesto para que nuestro Cristo luciera erguido en la cruz, y no en la posición semiinclinada en la que estamos acostumbrados a verlo durante los días de Semana Santa en la ubicación de la Iglesia Parroquial.
            Era ese un día de silencio, de espera y de tensa calma con la que los cristianos aguardábamos la buena nueva de la resurrección de Cristo que había de producirse esa misma noche, buen momento para captar el mensaje que nuestro Redentor nos lanza desde la Cruz en la que sufrió martirio.
            El cartel que representa a nuestra cofradía y su celebración fue posteriormente diseñado tomando como base la fotografía por don Ignacio Aguilera y posee formato apaisado, en horizontal, el más adecuado para transmitir la idea y el objetivo para los que ha sido realizado.
            El primer término, como no podía ser de otra forma, lo ocupa el perfil de Nuestro Señor, el Santísimo Cristo de la Buena Muerte, que se presenta perfectamente nítido en la mitad derecha del trabajo, el  cual concede todo el protagonismo al rostro de perfil, pues todo lo demás, a excepción del mensaje escrito que se encuentra en la mitad izquierda, es difuso. En escorzo, con una perspectiva forzada, observamos el arranque del hombro izquierdo y la mano derecha clavada en el madero horizontal de la cruz, mano que se intuye más que se contempla. El desenfoque de la extremidad nos hace centrar más la atención en el semblante del Señor, quedando el escorzo en lugar secundario. La nitidez sólo está presente en la cabeza del Salvador y en su perfil, puesto que los propios cabellos caídos sobre el hombro se desdibujan. Cristo no tuvo, durante su vida, lugar donde reclinar su cabeza (Mt, 8, 20) y todavía menos durante su agonía y muerte, hasta ahí llegó su desamparo.
            Los ojos de Jesús se han cerrado, su cabeza ha caído sobre el hombro derecho, su cuerpo se ha desplomado y flexionado…Su imagen representa la de un hombre muerto en el suplicio, que ni en la muerte ha perdido su majestad real, pero que nos inspira compasión.
            También nos inspira paz y serenidad, debido a que el padecimiento ha finalizado: la muerte ha impreso en la faz de Cristo reposo y paz que lo elevan al terreno de lo idealizado, pues Cristo es Dios, pero también vemos las señales del tormento y el rastro del dolor, porque mi Señor es hombre…Doble condición, humana y divina, divina y humana son los ejes contrapuestos que definen la imagen que contemplamos: la paradoja de la serenidad divina y el drama humano que representa. Nobleza y dignidad trascendente frente a los restos del tormento padecido por un hombre de carne y hueso, cuya cabeza ha sido ceñida por una corona vegetal, hecha de agudo espino, que ha provocado las múltiples heridas responsables de la sangre derramada que podemos ver en su frente, sienes, cuello y torso, sangre humana del Hijo de Dios, Divina Sangre del Cordero sacrificado por nuestras faltas...
            Ya no hay nervio en sus ojos: la Muerte los ha cerrado. Sutiles ojeras violáceas los circundan…Todo lo demás es calidez en su bendita imagen, que, a pesar de mostrar el color macilento de la muerte, no provoca rechazo ni pavor, sino que ofrece dulzura y comprensión…¡Como si no acabara de morir torturado por aquellos a quienes ha venido a redimir! Sí que observamos tristeza en su expresión, en las caídas comisuras de sus labios, muestra del renunciamiento y del desamparo a los que ha sido expuesto.

“…me cerca una turba de malvados;
han taladrado mis manos y mis pies (…)
Se han repartido mis vestidos y echan suertes sobre mi túnica” (Salmo 22)

            Pena amarga, como la hiel y el vinagre que Cristo bebió en la Cruz:

“Esperé que alguien se compadeciese y no hubo nadie;
(…) Diéronme hiel en la comida
Y en mi sed me abrevaron con vinagre.” (Salmo 69)

            La sangre derramada, señal de la tortura, se muestra oscurecida por el paso del tiempo sobre la imagen, toda ella envuelta en tonos cálidos, desde los cabellos hasta la tenue palidez de los labios.
            De fondo y extendiéndose por toda la parte izquierda del cartel contemplamos la pared de piedra centenaria de la Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción, que aparece con una tonalidad que en principio nos puede confundir, producto de la iluminación que rodea el rostro de Jesús y se va degradando hacia el exterior, de ahí que contemplemos las paredes de piedra de un color rojizo traslúcido, poco saturado, con degradaciones que hacen que se torne en marrón en los ángulos más alejados de la luz. Nuevamente el rojo, símbolo de humanidad y uno de los tonos característicos de nuestra cofradía, vuelve a estar presente en un cartel de la Santa Cruz. La luz que parece emanar de la cabeza del Cristo hace que el grisáceo natural de la piedra adquiera otros matices cromáticos: la dura piedra se vuelve maternal para acoger al Hijo de Dios; y es, como hemos dicho, la que ocupa toda la mitad izquierda del trabajo y sirve de fondo a Jesús Crucificado, aunque las sombras que proyecta el halo de luz mística que de forma sobrenatural emana del Cristo, luz que se impone a las tinieblas, hacen que se elimine cualquier referencia espacial, dando la imagen la sensación de quedar fuera del tiempo y del espacio, y acentuándose de este modo la sensación de soledad, silencio y reposo.
           No hay ningún Gólgota tras la cruz, de modo que nos alejamos de la idea del tormento de la pasión. El dolor contenido y la calma sobrenatural se hacen más trascendentes con esta forma de presentar a nuestro Señor…El fondo oscuro, casi marrón en los extremos del lateral izquierdo por el efecto de las sombras, nos invita a la reflexión y al recogimiento.
            Es en esta mitad izquierda del cartel, ocupada casi en su totalidad por la piedra que hace de fondo, donde encontramos el mensaje verbal que resume el motivo central de nuestra celebración: en letra tipo Arial, sin serifa, mayúscula, se anuncian los VEINTICINCO AÑOS DE DEVOCIÓN que condensan la historia de la cofradía, cuyo nombre completo aparece justo por debajo, en letra del mismo tipo pero esta vez minúscula, y ocupando buena parte de la parte inferior de la obra. Gris plata ha sido el color elegido para estas sencillas y contemporáneas letras, plata del vigésimo quinto aniversario; sencillez y modernidad que se identifica con un grupo joven que sigue siéndolo aunque haya transcurrido un cuarto de siglo desde que se fundó para seguir a Jesús, fin primero y último recogido en la hermosa palabra DEVOCIÓN, imperante por encima de todas las demás. Las sombras del texto en mayúscula se proyectan en mayor tamaño y en un tono más claro que el del fondo, recurso que confiere profundidad a la composición.
            El lateral izquierdo está ocupado por una serie de logotipos y símbolos que necesariamente habían de estar presentes en el cartel, que no restan protagonismo al sentido del mismo, por su pequeño tamaño, pero que aportan información imprescindible. El primero por arriba es el logotipo del XXV Aniversario, creado por don Sebastián Soriano para el acontecimiento, y en el que se combina la imagen del Cristo con el anuncio de la Celebración que nos ocupa; este hermoso logo ha estado presente en todas las actividades que se han hecho hasta ahora debido a la conmemoración y es el que se puede contemplar en la imponente lona que cuelga de la torre del campanario de la Iglesia de Nuestra Señora de la Fuensanta, sede de la Santa Cruz.
            Justo debajo de este símbolo se encuentra otro que está aquí por una feliz coincidencia; cumplimos un cuarto de siglo en el momento en el que se conmemora el Año de la Fe, proclamado por Su Santidad el Papa Emérito Benedicto XVI en octubre de 2012. “Y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato”, rezamos en el Credo Niceno, con el que ponemos de manifiesto nuestra fe en los dogmas cristianos. ¿Cómo no iba a estar presente la barca de Pedro, motivo central de este hermoso símbolo?
            A continuación se encuentra el escudo de la Cofradía Penitencial de la Santa Cruz, tan simple y tan lleno de connotaciones: luz, pasión, cruz…Escudo que lleva acompañándonos durante todo este fértil período.
            Vemos inmediatamente debajo el logotipo de nuestro patrocinador en este hermoso proyecto, la empresa DCostero, a cuyos responsables queremos agradecer la colaboración prestada para que este cartel vea la luz. No en vano, se ha consolidado como una empresa online vinculada directamente con el mundo de las cofradías y de la Semana Santa, ofreciendo un producto que forma parte importante de esta celebración, en especial, todo lo necesario para el costalero que con esfuerzo y devoción porta a su Cristo o a su Virgen.
            Por último, en la esquina inferior izquierda encontramos, muy pequeñita, la firma del equipo Josea, responsable de este magnífico trabajo.
Pedimos pues, seguidamente, a nuestro párroco don Manuel García Pérez y a nuestro Hermano Mayor, don Pedro García Gámez, que descubran el secreto del cartel y nos permitan admirarlo y recrearnos en él.
(Don Manuel y Pedro destapan cartel. Aplausos)
            Al andar se hace camino, como bien dijo el poeta, y al volver la vista atrás se ven veinticinco Vía Crucis junto a ti, Santísimo Cristo de la Buena Muerte, veinticinco años de experiencias compartidas, de dificultades salvadas, de crecimiento y evolución, y ante todo, de bienes recibidos de tu mano, Señor, en tantas noches de Martes Santo bajo tu amparo, bajo la protección de esos brazos abiertos que parecen querer abrazar y proteger a todo el pueblo cristiano que reza en torno y tras tu bendita imagen, en cada estación de penitencia, Martes Santo tras Martes Santo…
            Es por ello que caminar junto a Ti, Señor, se hace para tus cofrades tan especial y sublime, quien lo probó lo sabe…En nuestro personal ascenso al Calvario a tu lado, nos vamos despojando de todas las trabas que nos oprimen y no nos dejan avanzar hacia Ti, actúas sobre nosotros como el bálsamo que cierra las heridas, y nos vuelves ligeros y a la vez firmes para poder llegar contigo a la cumbre, siempre por los caminos estrechos y abruptos de nuestro barrio, pero qué animoso se vuelve nuestro espíritu con sólo mirarte, Señor…Entonces el peso de la cruz se vuelve insignificante frente al amor que lo motiva y los bienes que trae…
            Citando a San Juan de la Cruz, recordaremos que “el que por ello pasa, lo sabrá sentir, mas no decir”. Es por ello que llevamos veinticinco años esperando con ansia cada noche de Martes Santo  para que la oscuridad y el silencio nos lleven hacia Ti, la Luz y la Esperanza, Hijo de Dios que acabas de morir y que concedes la gracia de tanta vida, de tanto consuelo, de tanto amor.


“Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
y yéndolos mirando
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura.

San Juan de la Cruz.

            Para nosotros, como para San Juan de la Cruz, la noche, no obstante su oscuridad, es guía, es luz que nos marca el sendero hacia Ti, Señor, Camino, Verdad y Vida, Cristo desamparado y muerto a l que sus jóvenes cofrades quieren proteger y amparar y agradecer su renuncia, que posibilitó que el género humano se reconciliara y uniera por gracia con Dios. “Si el grano no muere, no produce fruto.”
            Gracias, Señor, por habernos concedido el don de poder caminar junto a Ti durante estos veinticinco años; te pedimos que nos concedas ahora la gracia de poder seguir haciéndolo otros muchos más. Y como gracias a la maestría de quien creó tu bendita imagen y de quienes han sido los artífices del cartel, tu Rostro, después de la Pasión, no ha abandonado los confines de la belleza, pues la hermosura es otro de tus atributos, Señor, finalizamos nuestra intervención con la invocación del salmista:
“Eres el más bello de los hijos de los hombres. En tus labios se derrama la gracia. Por eso Dios te bendijo para siempre

Gracias por su atención.

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