Cartel conmemorativo. |
Piedra y cielo, tinieblas y claridad,
muerte y vida, luto y celebración…Señor Cura Párroco, consiliario de la
Cofradía Penitencial de la Santa Cruz, Hermano Mayor y Junta Directiva de la
misma, Señor Alcalde, Comisión organizadora de los actos del XXV Aniversario de
nuestra fundación como cofradía, hermanos cofrades de ésta, distinguidos
hermanos mayores de las cofradías de Pasión y Gloria aquí presentes y miembros
de sus juntas directivas, cofrades en general, miembros de la Agrupación
Musical María Santísima de la Esperanza que tan dignamente nos acompañan, paisanos y amigos todos, bienvenidos al acto
de presentación del cartel con el que nuestra querida cofradía desea anunciar
la conmemoración de veinticinco años de historia, de rezo y de camino recorrido
hacia Jesús.
María José Rodríguez Díaz durante su intervención. |
Piedra y cielo…Mole pétrea de un
sepulcro sellado que no fue hallada en su sitio y que originó el misterio
pascual que da sentido a nuestra fe cristiana, clausura de una tumba que se
tornó en anuncio de Resurrección…Piedra tallada de nuestro templo, techo de la
casa de Dios, pequeño anticipo del Cielo en la Tierra…
Tinieblas y claridad…Oscuridad de la
noche que espera pacientemente el alba, lugar de encuentro para el alma que
busca a Dios, escenario de veinticinco vía crucis…Y luz anunciadora de las
promesas de Cristo, faro y guía de salvación, luz verdadera que ilumina a todo
hombre, llama de amor viva…
Muerte y Vida…El Hijo de Dios acaba
de morir colgado de un infame madero, ha sufrido el escarnio y la vejación, la
humillación y el dolor lacerante, y ha entregado su alma al Padre sintiendo el
desamparo y abandono que lo hacen clamar.
“Dios mío, Dios mío ¿por qué me
has abandonado?”
Mi Dios ha muerto para salvarme a
mí, para darme la gracia de la vida eterna y para redimir mis faltas y
posibilitar mi encuentro con el Padre…¡Cuánta vida se desprende de tu cuerpo
inerte, Señor mío…cuánto poder…Incluso cuando has exhalado tu último suspiro me
reconfortas y consuelas…
Luto y celebración; dos conceptos
opuestos que se dan la mano esta noche y que definen el sentido de esta
reunión: duelo y luto por la pérdida de todo un Dios, del Salvador, del Hijo
del Hombre, y además por la idiosincrasia de una Cofradía de Pasión cuyo
titular pende muerto de la Cruz Santa que le da nombre, y fiesta porque estamos
de enhorabuena, puesto que a este joven colectivo de personas que tomaron la
valiente iniciativa de crear una nueva cofradía para honrar a Jesús y acercarse
más a Él, las cosas le salieron bien gracias a la constancia y al ardor que
Cristo prendió en sus corazones, y este es el momento en el que cumplimos nada
menos que veinticinco años, que no es poco, veinticinco años en el que un grupo humano ha tenido tiempo de
crecer, de madurar, de generar nuevos vástagos, de evolucionar, con paso firme
o titubeante, pero siempre hacia delante, y volviendo la vista atrás para
enorgullecerse del camino recorrido siempre a la sombra del Buen Jesús, de
nuestro Santísimo Cristo de la Buena Muerte, que da sentido a todo lo que nos
rodea y convierte el duelo en Amor, Amor con mayúscula, el que solamente
podemos recibir de Dios.
Piedra y cielo, oscuridad y luz,
muerte y vida eterna, duelo y celebración…Sobre estos principios antitéticos se
cimenta hoy el acto al que asistimos, y todos ellos están presentes en el
motivo principal que nos ocupa, el cartel anunciador de tan importante
acontecimiento, veinticinco primaveras de un grupo de cristianos que, en su
primera juventud, soñó con una cofradía diferente y con rasgos distintivos
peculiares y diferentes a los de las que ya existían en Huelma, una cofradía
que vino a enriquecer aún más si cabe nuestra hermosa Semana Santa y que sigue
haciéndolo un cuarto de siglo después.
La realización del cartel fue
encargada por los miembros de la Comisión organizadora de los actos del XXV
Aniversario al Equipo de profesionales Josea, que se encargaron del diseño y la
ejecución del mismo. Don José Antonio Aguilera fue el responsable de tomar la
fotografía a nuestro Cristo el día de Sábado Gloria de la Semana Santa 2013,
cuando el Señor se hallaba expuesto en la Iglesia de la Inmaculada Concepción
tras haber recibido la adoración de los fieles en los oficios de Viernes Santo.
Estrenaba en esos días el pie metálico que la cofradía había dispuesto para que
nuestro Cristo luciera erguido en la cruz, y no en la posición semiinclinada en
la que estamos acostumbrados a verlo durante los días de Semana Santa en la
ubicación de la Iglesia Parroquial.
Era ese un día de silencio, de
espera y de tensa calma con la que los cristianos aguardábamos la buena nueva
de la resurrección de Cristo que había de producirse esa misma noche, buen
momento para captar el mensaje que nuestro Redentor nos lanza desde la Cruz en
la que sufrió martirio.
El cartel que representa a nuestra
cofradía y su celebración fue posteriormente diseñado tomando como base la
fotografía por don Ignacio Aguilera y posee formato apaisado, en horizontal, el
más adecuado para transmitir la idea y el objetivo para los que ha sido
realizado.
El primer término, como no podía ser
de otra forma, lo ocupa el perfil de Nuestro Señor, el Santísimo Cristo de la
Buena Muerte, que se presenta perfectamente nítido en la mitad derecha del
trabajo, el cual concede todo el
protagonismo al rostro de perfil, pues todo lo demás, a excepción del mensaje
escrito que se encuentra en la mitad izquierda, es difuso. En escorzo, con una
perspectiva forzada, observamos el arranque del hombro izquierdo y la mano
derecha clavada en el madero horizontal de la cruz, mano que se intuye más que
se contempla. El desenfoque de la extremidad nos hace centrar más la atención en
el semblante del Señor, quedando el escorzo en lugar secundario. La nitidez
sólo está presente en la cabeza del Salvador y en su perfil, puesto que los
propios cabellos caídos sobre el hombro se desdibujan. Cristo no tuvo, durante
su vida, lugar donde reclinar su cabeza (Mt, 8, 20) y todavía menos durante su
agonía y muerte, hasta ahí llegó su desamparo.
Los ojos de Jesús se han cerrado, su
cabeza ha caído sobre el hombro derecho, su cuerpo se ha desplomado y flexionado…Su
imagen representa la de un hombre muerto en el suplicio, que ni en la muerte ha
perdido su majestad real, pero que nos inspira compasión.
También nos inspira paz y serenidad,
debido a que el padecimiento ha finalizado: la muerte ha impreso en la faz de
Cristo reposo y paz que lo elevan al terreno de lo idealizado, pues Cristo es
Dios, pero también vemos las señales del tormento y el rastro del dolor, porque
mi Señor es hombre…Doble condición, humana y divina, divina y humana son los
ejes contrapuestos que definen la imagen que contemplamos: la paradoja de la
serenidad divina y el drama humano que representa. Nobleza y dignidad
trascendente frente a los restos del tormento padecido por un hombre de carne y
hueso, cuya cabeza ha sido ceñida por una corona vegetal, hecha de agudo
espino, que ha provocado las múltiples heridas responsables de la sangre
derramada que podemos ver en su frente, sienes, cuello y torso, sangre humana
del Hijo de Dios, Divina Sangre del Cordero sacrificado por nuestras faltas...
Ya no hay nervio en sus ojos: la
Muerte los ha cerrado. Sutiles ojeras violáceas los circundan…Todo lo demás es
calidez en su bendita imagen, que, a pesar de mostrar el color macilento de la
muerte, no provoca rechazo ni pavor, sino que ofrece dulzura y
comprensión…¡Como si no acabara de morir torturado por aquellos a quienes ha
venido a redimir! Sí que observamos tristeza en su expresión, en las caídas
comisuras de sus labios, muestra del renunciamiento y del desamparo a los que
ha sido expuesto.
“…me cerca una turba de malvados;
han taladrado mis manos y mis
pies (…)
Se han repartido mis vestidos y
echan suertes sobre mi túnica” (Salmo 22)
Pena amarga, como la hiel y el
vinagre que Cristo bebió en la Cruz:
“Esperé que alguien se
compadeciese y no hubo nadie;
(…) Diéronme hiel en la comida
Y en mi sed me abrevaron con
vinagre.” (Salmo 69)
La sangre derramada, señal de la
tortura, se muestra oscurecida por el paso del tiempo sobre la imagen, toda
ella envuelta en tonos cálidos, desde los cabellos hasta la tenue palidez de
los labios.
De fondo y extendiéndose por toda la
parte izquierda del cartel contemplamos la pared de piedra centenaria de la
Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción, que aparece con una tonalidad
que en principio nos puede confundir, producto de la iluminación que rodea el
rostro de Jesús y se va degradando hacia el exterior, de ahí que contemplemos
las paredes de piedra de un color rojizo traslúcido, poco saturado, con
degradaciones que hacen que se torne en marrón en los ángulos más alejados de
la luz. Nuevamente el rojo, símbolo de humanidad y uno de los tonos
característicos de nuestra cofradía, vuelve a estar presente en un cartel de la
Santa Cruz. La luz que parece emanar de la cabeza del Cristo hace que el
grisáceo natural de la piedra adquiera otros matices cromáticos: la dura piedra
se vuelve maternal para acoger al Hijo de Dios; y es, como hemos dicho, la que
ocupa toda la mitad izquierda del trabajo y sirve de fondo a Jesús Crucificado,
aunque las sombras que proyecta el halo de luz mística que de forma
sobrenatural emana del Cristo, luz que se impone a las tinieblas, hacen que se
elimine cualquier referencia espacial, dando la imagen la sensación de quedar fuera
del tiempo y del espacio, y acentuándose de este modo la sensación de soledad,
silencio y reposo.
No hay ningún Gólgota tras la cruz,
de modo que nos alejamos de la idea del tormento de la pasión. El dolor
contenido y la calma sobrenatural se hacen más trascendentes con esta forma de
presentar a nuestro Señor…El fondo oscuro, casi marrón en los extremos del
lateral izquierdo por el efecto de las sombras, nos invita a la reflexión y al
recogimiento.
Es en esta mitad izquierda del
cartel, ocupada casi en su totalidad por la piedra que hace de fondo, donde
encontramos el mensaje verbal que resume el motivo central de nuestra
celebración: en letra tipo Arial, sin serifa, mayúscula, se anuncian los
VEINTICINCO AÑOS DE DEVOCIÓN que condensan la historia de la cofradía, cuyo
nombre completo aparece justo por debajo, en letra del mismo tipo pero esta vez
minúscula, y ocupando buena parte de la parte inferior de la obra. Gris plata
ha sido el color elegido para estas sencillas y contemporáneas letras, plata
del vigésimo quinto aniversario; sencillez y modernidad que se identifica con
un grupo joven que sigue siéndolo aunque haya transcurrido un cuarto de siglo
desde que se fundó para seguir a Jesús, fin primero y último recogido en la
hermosa palabra DEVOCIÓN, imperante por encima de todas las demás. Las sombras del
texto en mayúscula se proyectan en mayor tamaño y en un tono más claro que el
del fondo, recurso que confiere profundidad a la composición.
El lateral izquierdo está ocupado
por una serie de logotipos y símbolos que necesariamente habían de estar presentes
en el cartel, que no restan protagonismo al sentido del mismo, por su pequeño
tamaño, pero que aportan información imprescindible. El primero por arriba es
el logotipo del XXV Aniversario, creado por don Sebastián Soriano para el
acontecimiento, y en el que se combina la imagen del Cristo con el anuncio de
la Celebración que nos ocupa; este hermoso logo ha estado presente en todas las
actividades que se han hecho hasta ahora debido a la conmemoración y es el que se
puede contemplar en la imponente lona que cuelga de la torre del campanario de
la Iglesia de Nuestra Señora de la Fuensanta, sede de la Santa Cruz.
Justo debajo de este símbolo se
encuentra otro que está aquí por una feliz coincidencia; cumplimos un cuarto de
siglo en el momento en el que se conmemora el Año de la Fe, proclamado por Su
Santidad el Papa Emérito Benedicto XVI en octubre de 2012. “Y por nuestra causa
fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato”, rezamos en el Credo Niceno, con
el que ponemos de manifiesto nuestra fe en los dogmas cristianos. ¿Cómo no iba
a estar presente la barca de Pedro, motivo central de este hermoso símbolo?
A continuación se encuentra el
escudo de la Cofradía Penitencial de la Santa Cruz, tan simple y tan lleno de
connotaciones: luz, pasión, cruz…Escudo que lleva acompañándonos durante todo
este fértil período.
Vemos inmediatamente debajo el
logotipo de nuestro patrocinador en este hermoso proyecto, la empresa DCostero,
a cuyos responsables queremos agradecer la colaboración prestada para que este
cartel vea la luz. No en vano, se ha consolidado como una empresa online
vinculada directamente con el mundo de las cofradías y de la Semana Santa,
ofreciendo un producto que forma parte importante de esta celebración, en
especial, todo lo necesario para el costalero que con esfuerzo y devoción porta
a su Cristo o a su Virgen.
Por último, en la esquina inferior
izquierda encontramos, muy pequeñita, la firma del equipo Josea, responsable de
este magnífico trabajo.
Pedimos
pues, seguidamente, a nuestro párroco don Manuel García Pérez y a nuestro
Hermano Mayor, don Pedro García Gámez, que descubran el secreto del cartel y
nos permitan admirarlo y recrearnos en él.
(Don
Manuel y Pedro destapan cartel. Aplausos)
Al andar se hace camino, como bien
dijo el poeta, y al volver la vista atrás se ven veinticinco Vía Crucis junto a
ti, Santísimo Cristo de la Buena Muerte, veinticinco años de experiencias
compartidas, de dificultades salvadas, de crecimiento y evolución, y ante todo,
de bienes recibidos de tu mano, Señor, en tantas noches de Martes Santo bajo tu
amparo, bajo la protección de esos brazos abiertos que parecen querer abrazar y
proteger a todo el pueblo cristiano que reza en torno y tras tu bendita imagen,
en cada estación de penitencia, Martes Santo tras Martes Santo…
Es por ello que caminar junto a Ti,
Señor, se hace para tus cofrades tan especial y sublime, quien lo probó lo
sabe…En nuestro personal ascenso al Calvario a tu lado, nos vamos despojando de
todas las trabas que nos oprimen y no nos dejan avanzar hacia Ti, actúas sobre
nosotros como el bálsamo que cierra las heridas, y nos vuelves ligeros y a la
vez firmes para poder llegar contigo a la cumbre, siempre por los caminos
estrechos y abruptos de nuestro barrio, pero qué animoso se vuelve nuestro espíritu
con sólo mirarte, Señor…Entonces el peso de la cruz se vuelve insignificante
frente al amor que lo motiva y los bienes que trae…
Citando a San Juan de la Cruz,
recordaremos que “el que por ello pasa, lo sabrá sentir, mas no decir”. Es por
ello que llevamos veinticinco años esperando con ansia cada noche de Martes
Santo para que la oscuridad y el
silencio nos lleven hacia Ti, la Luz y la Esperanza, Hijo de Dios que acabas de
morir y que concedes la gracia de tanta vida, de tanto consuelo, de tanto amor.
“Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
y yéndolos mirando
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura.
San
Juan de la Cruz.
Para nosotros, como para San Juan de
la Cruz, la noche, no obstante su oscuridad, es guía, es luz que nos marca el
sendero hacia Ti, Señor, Camino, Verdad y Vida, Cristo desamparado y muerto a l
que sus jóvenes cofrades quieren proteger y amparar y agradecer su renuncia,
que posibilitó que el género humano se reconciliara y uniera por gracia con Dios.
“Si el grano no muere, no produce fruto.”
Gracias, Señor, por habernos
concedido el don de poder caminar junto a Ti durante estos veinticinco años; te
pedimos que nos concedas ahora la gracia de poder seguir haciéndolo otros
muchos más. Y como gracias a la maestría de quien creó tu bendita imagen y de
quienes han sido los artífices del cartel, tu Rostro, después de la Pasión, no
ha abandonado los confines de la belleza, pues la hermosura es otro de tus
atributos, Señor, finalizamos nuestra intervención con la invocación del
salmista:
“Eres el más bello de los hijos
de los hombres. En tus labios se derrama la gracia. Por eso Dios te bendijo
para siempre
Gracias
por su atención.
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